Tener ojos, pero no una cara

慢性的なパラドックス
4 min readOct 9, 2023

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“Les Yeux sans visage” (1960), Georges Franju.

Escena inicial. La noche. Una mujer manejando en la carretera. Mira mucho por el espejo retrovisor, anda con miedo, cautelosa, y, para agregarle más oscuridad a la situación, carga con un cuerpo en la parte trasera del auto. Es muy raro porque desde el vamos esta película me recuerda a Psicosis: Marion Crane escapando con el dinero robado, la tensión de que la encuentren, la paranoia, el terror, la ansiedad. Curioso. Ambas cintas se estrenaron en 1960, y, por momentos, le encontré similitudes muy hitchcockeanas. Lejos de ser una nouvelle vague solo por ser francesa. Puedo estar errado, pero sentía que estaba viendo una película norteamericana.

La mujer arroja el cuerpo inerte al río.

Luego, un reconocido cirujano dando una conferencia.

Arrancar con una escena así, saltar al discurso del médico y al entierro fingido de su hija Christiane… me parece una de las cosas más hemingwayneanas que vi en el cine en el último tiempo: “lo más importante nunca se cuenta”. En este caso, el origen.

Suspenso. Misterio. Tensión. Thriller.

Veinte minutos de grandísimos planos y enfoques para ir a lo que nos compete: una joven con una máscara que le cubre su rostro desfigurado. “Les Yeux sans visage”, “Eyes Without a Face”, los “Ojos sin un Rostro”. Siguiendo la línea de la elipsis de Hemingway, nos enteramos del suceso eludido (acá, por los recursos cinematográficos): una noche, el padre cirujano conducía imprudentemente, se accidentaron y ella terminó con la cara arruinada.

Porque es importante eso: el tiempo base y origen de la narración es una señora misteriosa conduciendo por la noche. No el choque. No la responsabilidad del hombre.

La asistente del doctor le coloca una máscara a Christiane. Le dice que la tiene que llevar puesta. Le fingen la muerte para con los conocidos y encima le ocultan la cara. Eso ya indica que hay algo que esconder, por lo que tener vergüenza, que lo que le está sucediendo no es normal, que hay que buscarle una solución urgente.

“Se le arruinó todo el rostro, menos los ojos”, algo así dicen en una línea. Los rostros comunican. A lo largo de la historia ha sido así: somos humanos, una cara es nuestra primera parte de la identidad visual. Sin cara, nada nos distingue físicamente, o no lo más primordial.

Pero tiene los ojos. Y con la mirada comunica. Los ojos pueden decir muchas cosas.

Esta disyuntiva presenta el hit tristón de Billy Idol, título robado de esta película: “Eyes Without a Face” (1984). Tenés ojos, no una cara. Tus facetas no me dicen nada, no te caracterizan, están como… muertas. Pero, desde la mirada (intensa, evasiva, parpadeante, lo que fuere), me decís algo.

El cirujano Génessier y su asistente Louise secuestran mujeres, les arrancan el rostro e intentan injertárselo a Christiante para que así vuelva a tener la vida de antes, la “hermosura” característica. Y otro ítem cruel es que Génessier practica con perros y pájaros que luego termina sacrificando.

Con lo cual, estamos hablando de una obra madre, precursora en subgéneros como el gore y el body-horror (Cronenberg sí o sí tuvo que haber visto esto). Leí por ahí que no le permitieron ir más allá por la censura de la época: la novela en la que se basó, dicen, es más sangrienta aún. El estilo blanco y negro, la máscara lisa, los silencios, y demás herramientas contextuales la hacen más terrorífica; recordás el año de estreo y sigue siendo demasiado. Hablar de cirugía plástica en 1960, y encima fusionarlo con terror, sangre, suspenso y demás habrá sido muy fuerte para aquel entonces.

La pregunta es ¿hasta dónde es capaz de llegar alguien por… amor? ¿“Amor”? Un comentario en Letterboxd dice: “Los crímenes más macabros y terroríficos de la historia fueron hechos en nombre del amor”. No lo creo. Pero digamos que sí, al menos para entender esta película.

La identidad de Christiane está dañada. ¿Qué tanto retorno queda por hacer? ¿Hay que aceptar la muerte, tal como implora ella? ¿Cuánto puede aguantar la ética… como para dañar animales y personas? ¿Qué tan intervenible es el cuerpo humano? ¿Quiénes somos? ¿Qué nos identifica? ¿Es la naturaleza el camino a seguir, en estos casos, o dejar actuar a la medicina, incluso si no es ético o si corre peligro la vida del paciente?

Los injertos en su piel no funcionan y el director utiliza un recurso ágil y eficiente: a través de fotografías y la narración de fechas, se muestra la involución, cómo el organismo de la protagonista va rechazando la piel ajena y pudriéndose, retornando al deterioro.

Eso la somete a una tortura mental insostenible: “no tengo solución”, “necesito morir”, “soy un horror”, “siempre debajo de esta máscara, siempre sin mostrar quién soy”.

Así arranco mi octubre de Halloween. Dejo sin resolver el misterio del conflicto y su desenlace. Si bien este blog tiene spoilers inevitables, no son tan crucificables: ¿cómo pensás que termina esta película?

Imágenes claves de la película, musicalizadas con la canción de Billy Idol.

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